Sobre
las trémulas aguas del lago
en
el negror incipiente del crepúsculo
el
pescador tiende su caña
de
nuevo
el
pescador mira al espacio infinito
Ya
pasó el éxtasis de la jornada
ya
se pierde el sol en la distancia
ya
fue el sol del pescador
lo
dicen sus luengas manos marchitas
Tiembla
la
caña, entre los dedos
del
hombre
Habla
el
anzuelo, desde su
penumbra
oscura
El
pescador, sobre la vieja barca
aferra
la caña bajo la luna
la
posee él, o ella lo doma
el
hombre y la caña bajo la luna
Lo
arranca de su tiniebla cegada
lo
atrapa en su celada de hierro
el
sedal sisea su vibración de muerte
el
pescador alza su presa hacia la noche
pura
Boquea
el
pez herido,
desesperado
Palpitan
sus
agallas, supuran
el
miedo
El
hombre lo sostiene entre sus manos
ajadas
El
hombre lo contempla desde sus surcos
profundos
Sobre
la hondura abisal
del
lago en cabrilleo
el
pescador se ha inclinado
en
la cubierta del bote
Callado,
quieto, pensando
quién
sabe, en sí mismo
el
pescador abre los brazos
y
libera al prisionero
Ambos,
en su soledad
de
pez y hombre
Se
sienten remar entre el limo y la roca
Se
sienten nadar hacia el muelle último